“¡Qué espectáculo de Catedral! Signo que habla de la misión del obispo como principio de comunión, de comunión eclesial, por supuesto, pero también como deseo de contribuir a la cohesión social, donde podamos mirarnos y tratarnos con dignidad”. Con estas primeras palabras se dirigía Monseñor Santos Montoya Torres a los numerosos fieles congregados en la Catedral de Calahorra ya como nuevo obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.
La Eucaristía de Inicio de Ministerio Episcopal tenía lugar este sábado, 5 de marzo de 2022 a las 11.00h. en la Catedral de Calahorra. Presidió la celebración don Bernardito Auza, nuncio apostólico de Su Santidad en España. Fue retransmitida en directo por TRECEtv, COPE Rioja y por Radio María.
Don Santos Montoya Torres salió del Palacio Episcopal sobre las 10:45h, acompañado del Administrador Diocesano, D. Vicente Robredo y el arzobispo metropolitano de Pamplona-Tudela, D. Francisco Pérez. El obispo electo saludaba a la corporación municipal y autoridades presentes en la puerta del Palacio Episcopal y se dirigía a la plaza Cardenal Cascajares donde el grupo de Danzas Coletores de Calahorra le homenajeaba como es tradicional ofreciendo sus bailes regionales.
Tras las danzas, el obispo electo accedió a la Catedral y fue presentado al cabildo al bajar las escaleras de acceso. El deán, D. Julián Blázquez, le dio a besar el “lignum crucis” y a continuación le ofreció el hisopo para la aspersión con agua bendita a los presentes.
El obispo electo y sus acompañantes partieron después hacia la capilla de los Santos Mártires donde rezaron durante unos instantes. Tras este momento de recogimiento se dirigieron a la sacristía para comenzar la celebración.
Pasadas las 11.00h. comenzaba la procesión desde la sacristía encabezada por diáconos, el obispo electo, el colegio de consultores, canónigos y obispos. Cerraban esta procesión el administrador diocesano y el nuncio, quien presidió la celebración hasta la toma de posesión del nuevo obispo.
Después del saludo inicial del nuncio, D. Vicente Robredo, administrador diocesano durante la sede vacante, se dirigió a la asamblea y le dedicó unas palabras al obispo: “D. Santos, su corazón le ha abierto nuestra diócesis, para que more en él, lo pastoree, lo acompañe en sus luces y sus sombras, le ayude a separar lo ya marchito de lo vivo y perenne; le abra una luz en medio de la angustia, una certeza en tanta incertidumbre, lo nutra con el Pan y la Palabra, con la unción del Espíritu y sus dones”.
Concluidas las alocuciones del Administrador y del Nuncio, llegó el momento de la Toma de Posesión con la presentación de las letras apostólicas. Un ministro le entregaba el báculo y acompañado por varios canónigos ocupaba la cátedra episcopal tomando posesión de esta. A continuación, daba lugar el rito de adhesión y obediencia donde salía una representación diocesana para saludar al nuevo obispo (dos sacerdotes, una religiosa, la secretaria del Consejo Diocesano de Pastoral, una familia, un representante de jóvenes, un representante de las cofradías y un representante de la pastoral de la Salud).
Puestos todos en pie, finalizaba el acto de adhesión y obediencia con el canto “Gloria a Dios en el cielo” de Palazón y comenzaba la Liturgia de la Palabra.
Al concluir la lectura del Evangelio el ya obispo diocesano dirigía sus primeras palabras como pastor a su pueblo. Don Santos destacó los tres signos que nos ofrece la liturgia, el anillo: “el afecto al Señor es el afecto a la Iglesia. Sin afecto a la Iglesia, no esperemos encontrar al que dio la vida por ella. Y si no somos fieles a la Iglesia, no esperemos que la gente identifique en ella al Señor”, la mitra: “Sabemos que el Señor nos quiere así, con una conducta digna de él, reflejo de su santidad. Es por otra parte, una llamada a todos los bautizados. Ningún cristiano puede decir que el significado de la mitra, la corona de gloria que no se marchita, no va con él.” Y por último el báculo: “La autoridad que se nos confía es para servir mejor a los demás, especialmente a los más débiles y necesitados, a las víctimas. No podemos huir ante el lobo”.
Montoya Torres estuvo acompañado por numerosas autoridades civiles y militares de la zona, así como de una veintena de obispos entre los que ha destacado la presencia del presidente de la Conferencia Episcopal Española y cardenal arzobispo de Barcelona, D. Juan José Omella, los cardenales arzobispos de Madrid y Valladolid, Mons. Carlos Osoro y Mons. Ricardo Blázquez.
También le acompañaron el arzobispo de Zaragoza y anterior prelado de la diócesis riojana, Mons. Carlos Escribano, el arzobispo riojano de Mérida-Badajoz, Mons. Celso Morga, el arzobispo de Pamplona-Tudela, Mons. Francisco Pérez y el arzobispo emérito de Burgos, Mons. Fidel Herráiz.
Junto a ellos estaban también presentes, el obispo auxiliar de Valladolid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Javier Argüello, los obispos riojanos de Osma-Soria y Cuenca, Mons. Abilio Martínez Varea y Mons. José María Yanguas respectivamente, el obispo de Tarazona, Mons. Eusebio Hernández, el obispo de Bilbao, Mons. Joseba Segura, el obispo de Getafe, Mons. Ginés García Beltrán, el obispo de Vitoria, Mons. Juan Carlos Elizalde, el obispo de Jaén, Mons. Sebastián Chico, el obispo auxiliar de Toledo, Mons. Francisco César García Magán, el obispo auxiliar de Valencia, Mons. Arturo Ros, el obispo auxiliar de Barcelona, Mons. Sergi Gordo, el obispo emérito de Tarija (Bolivia), Mons. Javier del Río y los obispos auxiliares de Madrid, Mons. Jesús Vidal, Mons. José Cobo y Mons. Juan Antonio Martínez Camino.
A todos ellos se les unían más de 80 sacerdotes diocesanos que acompañaron al obispo en su inicio ministerial.
Mañana, domingo 6 de marzo, el nuevo obispo oficiará la misa de presentación en la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, a las 13:00h. y el mismo día, a las 20:00h. celebrará otra eucaristía de presentación en la concatedral de La Redonda de Logroño.
ALOCUCIÓN DEL ADMINISTRADOR DIOCESANO: VICENTE ROBREDO
“Os daré pastores según mi corazón, que os pastorearán con inteligencia y sabiduría”. Jer. 3,15.
Sr. Nuncio, pastores todos, laicos, consagrados, autoridades, familiares de D. Santos, una vez más experimentamos con gozo cómo Dios siempre cumple y cumple con creces. Como anunciaba el profeta Jeremías, el Señor nos regala un pastor a la medida de su corazón, ese corazón desmesurado de padre cariñoso y providente; un pastor que viene a apacentarnos con inteligencia y sabiduría, con la inteligencia y sabiduría que es Cristo, el Pastor de los pastores.
Bienvenido, D. Santos, a esta tierra, que es su tierra; bienvenido a esta casa, que es su casa; bienvenido a esta iglesia, que es su iglesia y que entrañablemente lo recibe como a guía seguro, como a maestro insigne, como a Padre y obispo de este Pueblo de Dios de Calahorra y La Calzada-Logroño.
Nuestra diócesis es hoy acción de gracias a Dios y al Santo Padre por este don sagrado del Espíritu: este pastor que empuña su cayado entre nosotros y calza sus sandalias misioneras, dispuesto a caminar a nuestro lado, a recorrer nuestros pueblos y ciudades, a construir en comunión las vías por las que llegar a los que están más lejos, a hacer de nuestras comunidades de La Rioja un solo corazón.
Bienvenido, D. Santos, a esta cita con nuestra iglesia madre diocesana en esta nuestra hermosa Catedral. Aquí, junto al Cidacos, en el siglo III, derramaron su sangre nuestros mártires y con ella su fe, que hizo del río la fuente bautismal que hoy nos alumbra y nos congrega a todos. Los santos Emeterio y Celedonio prefirieron morir con Jesucristo a vivir siendo infieles a quien por darnos vida dio la suya hasta el último aliento.
¡Cuántos santos riojanos desde entonces han ido compartiendo el evangelio, haciendo el bien sin acepción alguna, volcados hasta el fin en los más pobres, al modo de Jesús!
Santos como Felices, que en los ásperos riscos de Bilibio (siglo V) fue guía espiritual de tantos santos, entre ellos san Millán, al que educó en los salmos, la exhalación más honda de lo humano hacia el cielo y la respuesta solidaria de este al humano anhelar. Santos como Prudencio (s. VII), Áurea (Villavelayo, s. XI), Domingo de Silos, cuyo ciprés claustral, fiel a la tierra, sigue elevando al cielo su fervor. Santos como Domingo (XI), que abrió y cuidó calzadas, tendió puentes, fundó hospitalidades, alzó templos, donde el gallo, heraldo de la aurora, pregona cada día la gloria del Señor.
Bienvenido a esta tierra misionera, cuna de san Jerónimo Hermosilla, san Ezequiel Moreno y tantos sembradores de Dios en lejanías que hoy nos son tan cercanas. Todos somos misión, todos Euntes, en sinodalidad viva y fraterna (¡cómo avivó en nosotros este fuego D. Carlos, hoy pastor de Zaragoza!); todos, camino alegre en comunión.
Bienvenido a esta tierra de humanistas, poetas de lo humano y lo divino: Quintiliano, Prudencio (s. IV); Gonzalo de Berceo, (s. XIII), en quien la lengua nacida siglos antes de la pluma del monje emilianense pasó de balbuceo a cumbre lírica; tierra de pensadores, arquitectos, hombres y mujeres de ciencia, guionistas, músicos, pintores, escultores…, cuya obra es imagen, resonancia de la suma verdad, bondad, belleza.
Bienvenido, D. Santos, a esta tierra de vidas consagradas a orar y laborar, a educar a los niños y a los jóvenes, a cuidar al anciano y al enfermo, a todos cuantos sufren. Tierra de fe sencilla, de piedad popular, de fe en la calle, de solidaridad que reivindica, se implica y compromete. Tierra que necesita vocaciones laicales, religiosas, presbiterales, que sean transparencia del Dios vida y amor en este mundo capaz de dar la vida o de quitarla tan sanguinariamente.
Bienvenido a esta tierra rural, de labradores, obreros, artesanos, que nos brindan el pan de cada día y el vino de la fiesta que un día serán vivo Sacramento. Tierra que ve apenada cómo sus pueblecitos se vacían, sus jóvenes emigran, buscando nueva vida en otros lares; tierra en la que el trabajo sufre precariedades sin consuelo, paro que esteriliza y empobrece.
Bienvenido a esta tierra de María, a cuyo amor se elevan santuarios, plegarias, corazones. Cada rincón del alma de La Rioja quiere darle su nombre: Valvanera, Esperanza, Burgo, Vico, Vega, Carmen, Remedios, Los Parrales, Tómalos, Luz, Junquera, Nieva, Allende… Ella se deja hacer, querer, llamar como sus hijos y sus hijas quieran, que para eso es la madre.
Santos, su corazón le ha abierto nuestra diócesis, para que more en él, lo pastoree, lo acompañe en sus luces y sus sombras, le ayude a separar lo ya marchito de lo vivo y perenne; le abra una luz en medio de la angustia, una certeza en tanta incertidumbre, lo nutra con el Pan y la Palabra, con la unción del Espíritu y sus dones.
Bienvenido a su casa, a nuestra casa, a esta iglesia que sale de sí misma para ser ella misma, que sabe perdonar porque antes ella ha sido perdonada, que es amorosa madre porque antes fue engendrada del costado de Cristo; que quiere culminar las esperanzas más hondas de sus hijas y sus hijos a los que ama apasionadamente.
Cuente ya desde ahora con nosotros para caminar juntos, orar juntos, para discernir juntos los lenguajes y propuestas más fieles al Maestro y a las personas de hoy.
Santos, El Señor le bendice y nos bendice. ¡Bendito sea el nombre del Señor!
ALOCUCIÓN DEL NUNCIO APOSTÓLICO
BERNARDITO AUZA
Con la alegría de participar y de compartir estos momentos tan importantes en la vida de esta querida Diócesis de Calahorra y La Calzada – Logroño, saludo con afecto a todos los presentes y a cuantos se unen a la celebración a través de los medios de comunicación, y muy particularmente a su nuevo obispo Mons. Santos Montoya Torres. Me siento complacido de ver la acogida del clero, vida consagrada y laicos a su nuevo obispo, con la presencia de las dignas autoridades de La Rioja.
En estos momentos, cumplo el deber de expresar el agradecimiento del Santo Padre Francisco a S.E. Mons. Carlos Manuel Escribano Subías por su hermosa labor pastoral al frente de esta Iglesia particular acompañando solícitamente sus pasos durante cuatro años [25 de junio de 2016 a 20 de noviembre de 2020]. Agradecimiento que, por su cuidadoso empeño como Administrador Diocesano, el Papa extiende también al Ilmo. Sr. D. Vicente Robredo.
Su Santidad el Papa Francisco, ha nombrado obispo de Calahorra y La Calzada – Logroño a Mons. Santos Montoya. Dentro de unos momentos le entregaré el báculo pastoral y tomará posesión de esta cátedra episcopal. Mons. Montoya ya tiene una rica experiencia en su inicio episcopal como auxiliar de Madrid, donde ha tenido “un baño de Iglesia”, como él mismo ha afirmado haces unos días. llega aquí lleno de celo apostólico y de buena voluntad para iniciar esta misión que le ha confiado el Santo Padre. Vuestro nuevo Obispo ha mostrado su comunión cum Petro et sub Petro decidido en el trabajo por lograr “testimoniar la fe en los distintos ámbitos de la vida” diocesana, como ha referido en su Carta de saludo a la Diócesis.
Querido D. Santos, la fe necesita el testimonio, en primer término, del Obispo, buscando el protagonismo de la Palabra que, simbolizada, se le impuso sobre la cabeza el día de su consagración. El lema episcopal escogido ya entonces “In Verbo Tuo” (En Tu palabra) manifiesta su mirada a Cristo que ahora le confía esta porción de su Iglesia. Es del Señor de quien depende el fruto que hay que esperar en el trabajo con humildad y paciencia, amor y misericordia, actuando como si todo dependiera de nosotros, pero dejando todo en sus manos bondadosas.
Deseo expresarle mi ánimo a mantener el talante evangelizador con que se ha distinguido en su vida sacerdotal y episcopal, acogiendo a las personas para hacer que Dios entre en las almas confiadas. Todos deben percibir que, cuando la fe, que el obispo expone autorizadamente, se vive con gratuidad y confianza en el Señor, se convierte en fuente de luz y plenitud para todo hombre. Su servicio en la Acción Católica y ahora como miembro de la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida, le ayuda al fomento de la necesaria comunión, participación y misión de un laicado comprometido con la fe. También su dedicación a la formación de los seminaristas nos motiva a dejarle este reto como Obispo, pues sin la Eucaristía la Iglesia no puede vivir.
Querido D. Santos, cuente con nuestras humildes oraciones. Invocamos para ello la protección de la Virgen que, desde hace siglos, se la distingue en estas tierras con la dulcísima advocación de Valvanera. Ella le sostenga en el ejercicio fiel del sagrado ministerio para mayor gloria de Dios y bien del querido pueblo de la diócesis de Calahorra y La Calzada – Logroño, con el valimiento de nuestros patronos, los gloriosos mártires San Emeterio y San Celedonio y el caritativo Santo Domingo de la Calzada.
¡Que el Señor les bendiga a todos hoy y siempre!
ALOCUCIÓN DE MONS. SANTOS MONTOYA TORRES
OBISPO DE CALAHORRA Y LA CALZADA-LOGROÑO
Queridos todos en Nuestro Señor Jesucristo, los que estáis aquí presentes en esta celebración y los que nos seguís a través de los medios, allá donde os encontréis, especialmente los ancianos, enfermos e impedidos. Agradecemos, los servicios de 13Tv para esta retransmisión y los diferentes medios acreditados para dar a conocer lo que vivimos hoy en esta diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño.
Sed bienvenidos todos y gracias por vuestra presencia, por todo el esfuerzo que supone, en muchos casos, un buen madrugón, y no pocos kilómetros de trayecto. Gracias de corazón.
Estimados Sr. Nuncio, Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos, D. Vicente, Administrador Diocesano hasta este día, Dios te pague este buen servicio a la Diócesis en este tiempo.
Queridos vicarios, miembros de los cabildos, sacerdotes concelebrantes, diáconos, miembros de vida consagrada, seminaristas; los que nos asistís en la liturgia, el orfeón, y todas las personas que habéis participado en la organización de este día; querida familia. Muchas gracias a todos.
Estimadas autoridades: Sr. Presidente del Parlamento de la Rioja, Sra. Consejera del Gobierno de La Rioja, Sra. Alcaldesa de Calahorra y corporación municipal, Sres. Alcaldes, autoridades municipales, civiles y militares. Gracias también por su trabajo de todos ustedes en favor de los demás.
¡Qué espectáculo nos presenta hoy la catedral! No sólo por su estética, su puesta al día, custodiada con verdadero afecto por muchos de vosotros, sino porque hoy se convierte en lugar de comunión, de encuentro de personas venidas de diferentes rincones de La Rioja, y de otros lugares, movidos por la fe, la amistad, la familia, la vida social y política. Es un signo que habla de la misión del obispo como principio de comunión, de comunión eclesial, por supuesto, pero también como deseo de contribuir a la cohesión social, donde podamos mirarnos y tratarnos con dignidad. Comunión en torno a la verdad y a la caridad, a imagen del Buen Pastor.
Vincularse al Buen Pastor, quererse identificar con él, no es una merma para el crecimiento de la persona, ni para la convivencia, ni una amenaza para nadie, sino todo lo contrario, es la garantía de la entrega por todos.
Hemos oído en el evangelio: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Antes del encargo, el Señor busca ganarnos. Es la condición de posibilidad para el envío. Sin una estrecha relación con Jesús, el encargo puede terminar desvirtuándose. Si el corazón no está entregado a Dios, la misión peligra.
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero», responde Pedro. La fe no es una idea, es una relación concreta, afectiva, con la persona de Jesucristo, vivo para siempre.
Jesús, entonces, le dice: «Pastorea mis ovejas». El Señor nos recuerda que las personas son suyas, que no somos dueños de la gente, y que, si se nos concede que las tratemos, es para orientarlas al encuentro con él. Pastorear no es forzar sino señalar al Salvador.
La Iglesia en la liturgia nos presenta, con tres signos, lo que espera del obispo tras este encargo pastoral, de modo que quien los vea, se sienta igualmente llamado a vivir con la integridad que estos signos reclaman. Estos signos son las insignias que porta el obispo en la celebración de la Eucaristía, misterio de comunión.
Un día se nos dijo en nuestra ordenación: “Recibe este anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la Iglesia, Esposa santa de Dios”.
El afecto al Señor es el afecto a la Iglesia. Sin afecto a la Iglesia, no esperemos encontrar al que dio la vida por ella. Y si no somos fieles a la Iglesia, no esperemos que la gente identifique en ella al Señor. Todo cristiano, por tanto, está llamado a vivir según esta fidelidad que hace creíble a la Iglesia.
También se nos dijo: “Recibe la mitra, brille en ti el resplandor de la santidad, para que, cuando aparezca el Príncipe de los pastores, merezcas recibir la corona de gloria que no se marchita”. Sabemos que el Señor nos quiere así, con una conducta digna de él, reflejo de su santidad. Es por otra parte, una llamada a todos los bautizados. Ningún cristiano puede decir que el significado de la mitra, la corona de gloria que no se marchita, no va con él. Toda vida corriente puede estar impregnada de esta verdadera humanidad que conduce a la vida eterna para la que fuimos creados.
Por último, escuchamos: “Recibe el báculo, signo del ministerio pastoral, y cuida de todo el rebaño que el Espíritu Santo te ha encargado guardar, como pastor de la Iglesia de Dios”. La autoridad que se nos confía es para servir mejor a los demás, especialmente a los más débiles y necesitados, a las víctimas. No podemos huir ante el lobo, sea de la especie que sea, para escándalo de los sencillos, sino estar dispuestos a ahogar el mal a base de bien, sin miedo incluso a entregar la propia vida, a imitación del Buen Pastor. Esto es patrimonio de todos los cristianos.
Si obramos todos conforme a estas insignias, estaremos facilitando el terreno para que cada vez sean más los que se dirijan a Dios, de corazón, diciendo con el salmo de hoy: “Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador”.
No nos extrañe, por tanto, que quien vive con esta integridad la relación con Dios, oiga de S. Juan lo que hemos escuchado en la primera lectura: “no necesitáis que nadie os enseñe”; no porque se quiera vivir al margen de lo que dice la Iglesia, que sería un contrasentido, según lo que hemos indicado, sino porque un corazón ganado así por Dios es capaz de responder libremente a las exigencias de cada momento con la creatividad propia del Espíritu.
Santos mártires Emeterio y Celedonio, Sto. Domingo de la Calzada, vosotros que imitasteis a Cristo Buen Pastor, alcanzadnos la gracia del testimonio cristiano para felicidad de todos. Virgen de Valvanera, patrona de La Rioja, ruega por nosotros.