La diócesis riojana cuenta en estos momentos con 167 misioneros distribuidos por 37 países de misión, y que son el centro de esta jornada. Son 22 seglares, 56 religiosas, 77 religiosos, 10 sacerdotes y 2 religiosas de clausura. Por cuatro continentes, hay 130 en América, 14 en Europa, 16 en África, y 7 en Asia.
El Día del Misionero Diocesano de este año con su lema: “Hermanos de todos, hermanos nuestros”, nos pone de manifiesto la dimensión universal del misionero. Gracias a ellos la Iglesia universal se abre a tantos lugares, culturas y personas, anunciando el Evangelio, proclamando una fraternidad sin barreras ni fronteras de lengua, color y cultura, basada en el vinculo a Dios Padre a través de su hijo Jesucristo y sostenida con el impulso del Espíritu.
Los misioneros son hermanos nuestros, han salido de nuestros pueblos y ciudades, han vivido y crecido en la fe en nuestras parroquias. Son nuestros diocesanos que traspasan fronteras recorriendo kilómetros, que superan la dificultad de la lengua, que acomodan sus necesidades a las de aquellos con los que conviven y ofrecen el Evangelio. Son ese tipo de hermanos que nos animan en nuestra fe, pues con su entrega, con su paso decidido en su vocación eclesial y misionera, nos dan el testimonio de esa Iglesia que se hace eco de su mismo ser el anuncio de la Buena Nueva.
Son nuestros conocidos, nuestros paisanos, los tratamos sabemos de ellos, y por ser parte de nuestras parroquias y comunidades les reconocemos el título de hermanos en la fe y les damos la importancia dentro de nuestra familia que es la Iglesia. Ellos son los hermanos mayores, atentos, que protegen, enseñan y muestran el mejor camino. Son un referente y lo son para todos, para los creyentes, para los que escuchan su anuncio, e incluso para aquellos que solo ven sus obras nacidas de la caridad y entrega.
La Iglesia universal sigue necesitando de ellos, y es en nuestras iglesias locales, en nuestras diócesis donde son engendrados, como retoños verdes que dan la sabia de Dios en su lugar de misión. Sentir su vitalidad en su entrega generosa nos ha de llevar a unirnos a ellos en la oración encomendando sus desvelos, elevar también la oración, para que su ejemplo y su testimonio sea el fermento de nuevas vocaciones con espíritu misionero. A nosotros nos toca orar por ellos, y ser generosos en la ayuda que necesitan para su labor evangelizadora.
En la tierra, allí lejos, y aquí cerca, hay muchos que esperan algún día conocer al Señor, y no lo conocerán si no hay quien se lo transmita, si no hay quien les hable de su amor. Y ese alguien son los misioneros, y somos nosotros, porque por el bautismo hemos recibido también al Espíritu Santo, que nos hace salir de nosotros mismos y nos da la fuerza, el coraje, la oportunidad para llevar a cabo el mandato del Señor: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio”.
No perdamos la oportunidad de este Día del Misionero Diocesano. Sintamos la hermandad que nace de la fe. Veamos a nuestros misioneros como auténticos hermanos, que junto a otros hermanos más lejanos viven y proponen esa fraternidad que nace del evangelio. Sintámonos Iglesia Diocesana en torno a nuestros misioneros. Recemos por ellos, para que en nuestra diócesis siga habiendo quien responde a la vocación misionera: laicos comprometidos y familias entregadas, religiosos y religiosas viviendo con radicalidad el seguimiento de Jesús, y sacerdotes, que, como auténticos pastores, son capaces de recorrer desconocidas cañadas.
Luis Ángel Moral Astola
Delegación de Misiones